viernes, 11 de noviembre de 2016

El Cinematografista - parte 3


A finales de octubre de 1916, Blasco Ibáñez había terminado el rodaje de la película «Sangre y Arena» en España y regresaba a París. Antes de salir de Barcelona, le escribía a Francisco Sempere:
Con esto todo queda terminado. Ya no se debe nada. Nosotros salimos mañana jueves a las 9 1/2 de la mañana para París.
Nos llevamos los negativos; nos lo llevamos todo allá. El positivo de muestra para los Estados Unidos, lo haremos en París. Le he dicho a Sobrado de Onega que me cablegrafíe a París, y yo se lo enviaré desde allí, pues hay más vapores para Estados Unidos.[...] Vi a Manuel Salvador. Me parece un chico de actividad y creo que nos arreglaremos1.
Durante su estancia en España, Blasco había realizado varios contactos en el mundo del cine pero los dos mencionados en su carta —  José Sobrado de Onega y Manuel Salvador— tuvieron posteriormente un papel muy importantes en la comercialización de la nueva película. 

José Sobrado de Onega

En aquella época, José Sobrado de Onega era redactor de la revista cinematográfica Cine-Mundial de Nueva York. En marzo de 1916, había viajado a España como periodista corresponsal con la intención de establecer su residencia en Madridpero a finales de octubre decide volver a Nueva York.
Durante su estancia en Europa, había contactado con varios productores de cine de Italia y España, y según parece, lograba establecer una buena relación de colaboración con Blasco.
Aunque Onega había iniciado su viaje de regreso a finales de octubre, llegó a Nueva York en febrero, después de haber sufrido un viaje accidentadísimo y de haberse visto obligado a desembarcar en un puerto de tránsito3, según se notificaba en la prensa; regresaba después de haber pasado dos meses enfermo en la Habana4.
Por lo tanto, solo desde marzo de 1917, la revista Cine-Mundial comenzaba a publicar artículos sobre la película de V. Blasco Ibáñez.

José Sobrado de Onega acompañado por el equipo que rodaba la película Cristóbal Colón:
 Charles J. Drossner, Georges Wague, M. Gerard Bourgeois, R. de Baños y otros. - Barcelona, otoño de 1916.

Teatro Apolo, calle Don Juan de Austria 18, Valencia 
(Foto del año 1932)
En cuanto al encuentro con Manuel Salvador, probablemente tuvo lugar en Barcelona, hacia finales de verano, cuando Blasco finalizaba el rodaje de su película y los hermanos Salvador — Manuel y Rafael — conocidos empresarios teatrales valencianos y concesionarios de películas, habían llegado a la ciudad condal por negocios.5
Consorcios de la Casa Fuster y Salvador, situada en la calle Lauria 5 de Valencia, alquilaban películas en Madrid y más tarde en Barcelona para el público levantino; las proyectaban principalmente en el Teatro Apolo de la calle Juan de Austria número 18. Hay que recordar que en aquel céntrico teatro valenciano se había estrenado el 12 de mayo de 1894, El Juez — la única obra teatral escrita por Blasco —, y pocos meses despues, el escritor fundaba su diario republicano El Pueblo, fijando tanto la sede del periódico como su propia residencia en el edificio con el número 14 de la misma calle del teatro.
Dos años más tarde, el 10 de septiembre de 1896, fue en el Teatro-Circo de Apolo donde los valencianos conocieron el cine, el «invento más prodigioso del mundo científico y que necesariamente ha de entusiasmar al público» según lo publicitaba El Pueblo, en su número del  5 de septiembre. El éxito fue inmediato y en pocos años el espectáculo cinematográfico se consolidaba en la ciudad; crecía el número de salas de proyección y aparecían teatros especializados, dedicados exclusivamente a la exhibición de películas, aumentaba la demanda de nuevas cintas y los empresarios teatrales contrataban con las grandes casas francesas o españolas de alquiler o directamente con los productores. 
Publicidad del año 1914


El Teatro Apolo seguía siendo uno de los principales locales de cine de la ciudad, y desde 1914 sus sesiones cinematográficas eran organizadas por la empresa Fuster y Salvador con películas recién adquiridas, muchas de ellas en régimen de exclusividad.
Además, en varias ocasiones, los hermanos Salvador, de orientación republicana, cedían gratuitamente algunas de sus cintas para los eventos benéficos de Valencia. Así, el 2 de febrero de 1915, el Cine Doré presentaba una gran función cinematográficapara la Fiesta de la Caridad, y el 25 del mismo mes, en el Cine Ideal de Ruzafa se celebraba una función a beneficio de las escuelassostenidas por la Sociedad de instrucción laica La Luz, proyectándose películas cedidas por Gaumont, Fuster y Salvador y Jesús Lopez.
Ampliando su floreciente negocio del espectáculo, en 1915 los empresarios Salvador construían su propio teatro — el Teatro Cine Benlliureobra del arquitecto Enrique Viedma — pero continuaban programando las sesiones de cine en el antiguo Apolo y ocasionalmente en las salas de Ruzafa. En 1916, Manuel Salvador era uno de los principales directivos de la Asociación de Empresarios de Valencia.

Teatro Cine Benlliure, Avenida del Puerto 273, Valencia, inaugurado el 29 de octubre de 1915

En agosto de 1916, los dos empresarios valencianos habían llegado a Barcelona y según anunciaba la prensa cinematográfica, «La casa Fuster y Salvador de Valencia ha quedado disuelta, haciéndose cargo del activo y pasivo don Manuel Salvador. Para la inauguración de la nueva razón social, el señor Salvador (don Manuel) que ha pasado unos días en Barcelona ha adquirido la grandiosa película de la Film d´Art francesa “Barba- Roja” en exclusividad para España y Portugal.»8
En aquellos días, Blasco Ibáñez también se encontraba en la ciudad finalizando el rodaje de «Sangre y Arena», y aunque no se pueden precisar las circunstancias que favorecieron su encuentro con Manuel Salvador, se sabe que el novelista, convertido en productor de cine, elige al joven empresario valenciano para la exclusiva de la película en España; así lo comentaba en sus cartas:
Ese chico, Manuel Salvador, me ha sido simpático, por ser valenciano, joven y tener un carácter emprendedor. Yo tengo aquí quien me compra el privilejio (sic) de España, y tengo en Barcelona a Pich, pero mejor prefiero a Salvador. Además yo he de hacer muchas más cosas y prefiero tener a uno fijo con quien entenderme para siempre en España.9 
Su elección se demostró muy acertada ya que luego, permitió una colaboración beneficiosa para ambos. 

* * 
Blasco Ibáñez estaba de regreso en París el viernes 27 de octubre; había logrado realizar su primera película pero ahora, en Francia, debía continuar con la siguiente etapa del audaz proyecto cinematográfico; les escribía a sus socios: 
Llegué ayer. Me encuentro bien. Hoy me pongo a trabajar en lo de la presentación del film10.


Finalmente, en la tarde del sábado 11 de noviembre de 1916, un selecto público invitado por la productora Prometeo asistía a la proyección de «Arenes sanglantes», la versión francesa de la película. El espectáculo cinematográfico fue presentado en Colisée, una de las primeras salas de cine de París, abierta desde 1913 en la Avenida Champs Elysees, y que contaba con 750 plazas. Durante la proyección, el acompañamiento musical interpretado en vivo y a cargo del joven Henri Goma, fue un arreglo orquestal recopilatorio de piezas clásicas de la música española,


El día siguiente, Blasco escribe a sus socios:
Gran éxito. Un público de los más distinguidos que se han visto en París. Estuvo la Infanta Eulalia, la embajadora de España, todas las familias de los ministros americanos y las señoras de muchos políticos franceses. Un público de lo más aristocrático y elegante y, sin embargo, las señoras expontaneamente rompieron a aplaudir un sinnúmero de veces y gritaron de entusiasmo.Repito que muy bien: estoy satisfecho9.
El evento fue comentado con detalles por el parisino Le Journal de la femme, en la Sección hispano-americana de su numero de noviembre

«Ante una selecta y numerosa concurrencia, Blasco Ibáñez presentó esta nueva película en el Colisée de l´avenue des Champs Elysée. Lo más florido de la colonia hispano-americana y de la sociedad parisina acudió a la amable invitación de su insigne autor y en un minuto delicioso transcurrieron las dos horas que permanecimos en España, porque estuvimos real y verdaderamente en España durante la representación de tan pintoresca película.[...]. 
Hubo instantes de emoción muy intensos, tonos de luz tan artísticos y escenas tan… españolas que la sala prorrumpió varias veces en espontáneos aplausos. Los aires españoles que ejecutó la orquesta contribuyeron a aumentar la animación. 
A las numerosas felicitaciones que dirijian al ilustre organizador de la fiesta, contestaba este, atento, sonriendo y su semblante reflejaba la satisfacción que sentía al ver el entusiasmo de sus invitados.
Entre la distinguida concurrencia pudimos ver a S.A.R. la Infanta Doña Eulalia acompañada de la Marquesa d´Ornano, la ilustre Embajadora de España, Marquesa del Muni, Marquesas de Vistabella, Yvaurey, de la Torre, Señoras Errázurix, Alcorta, Elguín, Botella. En el cuerpo diplomático se contaban los embajadores y ministros hispano-americanos, Mr. Albert Thomas, ministro de municiones y otros personajes políticos franceses.»11

1921 Teatro- Cine Colisée, Av. Champs Elysees 38, París 
(fachada compartida con la empresa SKF)

En cuanto a la prensa española, las opiniones continuaban divididas:

Algunos valoraban positivamente la película, elogiando varios aspectos de la misma y destacando su aceptación por parte del público asistente:
«Ayer fue estrenada una magnifica adaptación cinematográfica de la obra “Sangre y arena” del notable novelista Sr. Blasco Ibáñez, que reproduce múltiples y pintorescas escenas de la vida española.Son verdaderamente atrayentes y hermosas las vistas de la Alhambra y el Alcázar que en algunas proyecciones puedes apreciarseDistintas escenas de las corridas de toros obtuvieron la más calurosa acogida»12.

«Sangre y Arena” marca PROMETEO FILM... esta hermosísima producción española se ha estrenado ya en París en el Coliseo Salón Cine de la Avenida de los Campos Elíseos y, según referencias telegráficas, ha tenido un éxito muy lisonjero que no puede ser más merecido y justificado. Seguramente esta obra maestra editada por Blasco Ibáñez con una pericia consumada y un acierto indiscutible, triunfará por completo en todas partes. El infatigable luchador e ilustre escritor valenciano que tanta fama se ha conquistado con sus obras, ha demostrado la ductilidad de su talento como adaptador cinematográfico, que contribuirá a hacerle aún más popular y aplaudido entre el público español que tanto le aprecia.»13.

Otros, seguían tildando la película de "españolada" que podrá ser todo lo atrayente y hermosa que se quiera, pero para los españoles no es muy enorgullecedora.14 
La prensa de orientación católica, intransigente como siempre, revelaba en sus artículos una creciente hostilidad hacia Blasco Ibáñez, y al mismo tiempo, pretendía incitar al público a sabotear el próximo estreno de la película:
«Ese hombre, que tanto daño ha hecho a España, no se resigna a dejarla en paz, y la ofende ahora con una españolada indecorosa y prohibible en cualquier país donde el patriotismo no fuera una palabra sin contenido real. Se exhibirá por los países europeos, y dentro de un mes vendrán por aquí los que explotan esa deplorable muestra de desaprensión de un mal español para que España goce viéndose en caricatura con un pretexto seudo-artistíco y francamente y reprobablemente industrial...
jY esta sería la ocasión de un buen alarde de juventud, que se congregase en los cines exclusivamente a silbar a Blasco—que se exhibe al comienzo de la película - y a su desaprensiva españolada!»15

* *  * 
En noviembre de 1916, también se daba por terminada, en París, la película «Debout les morts!», la adaptación cinematográfica de la novela «Los cuatro jinetes del Apocalipsis» de Blasco y según la prensa española, la dicha obra quedará editada muy breve por los Films Heuzés, 5, Saulnier, París.16  
Se puede considerar que en aquella época, Blasco Ibáñez no solamente estaba fascinado por el séptimo arte y actuaba impulsado por la ilusión de un posible éxito, sino que había asumido perfectamente la condición artística del cine como medio de expresión y de comunicación universal, como una vía alternativa para transmitir ideas, valores y principios, y para promover la cultura.

El Novelista – Ilustración: Varela de Seijas
 Revista La Esfera, 26 de agosto de 1916
Al mismo tiempo que recibía aplausos y felicitaciones por su primera película, Blasco tenía pensados nuevos proyectos cinematográficos en París; lo comentaba en sus cartas: voy ha (sic) hacer en París tres films de 1000 metros cada uno, más o menos, sobre tres novelas cortas mías. 2 se publicaron en La Esfera, "El novelista" y "El monstruo", otra la tenía pensada para escribirla y se titula "La vieja del cinema"...y lo menos emplearé en tal trabajo dos o tres meses. Luego que termine esto, iré a España para hacer El Quijote.9 
Mencionaba también que contaba con Pathé y Gaumont las dos grandes empresas francesas dedicadas a la industria del cine, y también con los mejores artistas de París y mujeres hermosísimas y muy chic, que desean hacer cinematografía.9
El film «Arenes sanglantes» había gustado mucho y a solo cinco días de la presentación, se estaba negociando su distribución en Suiza, Italia, Argentina, Brasil, Inglaterra, París y los departamentos de Francia. Además, a Blasco se le solicitaba hacer otras nuevas películas, films elegantes, con mujeres estupendas de ahí, muebles lujosos... en fin, films de París para demostrar que sabemos hacer esto también, pero con carácter literario17. Estimulado por el nuevo reto, no duda en comprometerse a realizar dos de las  películas mencionadas: El novelista y La vieja del Cinema, y aunque en los siguientes meses lograba escribir ambos guiones, parece que finalmente solo uno de ellos llegó a la pantalla. No obstante, antes de iniciar nuevos proyectos cinematográfico, Blasco consideraba prioritario conseguir la comercialización de «Sangre y Arena» pero la guerra europea afectaba notablemente el negocio del cine:
La cinematografía no va muy bien por culpa de la guerra. No es que haya crisis de público sino dificultad en las comunicaciones mundiales. Además el mercado está reducido por el momento. A Francia le faltan los cinemas de las provincias del Norte, ocupadas por los ejércitos, Bélgica está invadida, Inglaterra tiene algo dificultadas sus comunicaciones; Italia sufre en sus compras por lo baja que está la lira, Rusia compraría pero no hay vía libre para enviarle las mercancías, y en cuanto a los imperios centrales, que consumían muchos films, está bloqueados18.

El libro de las mil y una noches – tomo segundo

Mientras tanto, Blasco proseguía con su incesante actividad de director literario de la Editorial Prometeo y lo hacía mediante el contacto epistolar casi diario con F. Sempere y F. Llorca, sus dos socios de Valencia. Responsabilizándose del buen funcionamiento de la empresa, coordinaba la producción y la difusión de las publicaciones, daba instrucciones, hacia sugerencias o aportaba ideas nuevas para mejorar la calidad técnica y estética de estas.
La editorial era la única fuente de ingresos económicos de Blasco, pero probablemente para el significaba mucho más; le permitía cumplir con el propósito que marcó su larga carrera de editor: compartir información y difundir cultura.
Aunque las ventas de los primeros tomos de la Historia de la guerra europea de 1914 habían bajado notablemente, Blasco mantenía su interés por seguir con la obra; supervisaba la redacción y enviaba material gráfico para su documentación e ilustración.
También confiaba en el éxito de las nuevas publicaciones de la empresa. Consideraba que El libro de las mil y una noches - del que se editaban nuevos tomos – se venderá mucho por los años de los años hasta de aquí un siglo, y la obra  Shakespeare – otro producto editorial de Prometeo – representará un gran servicio para la cultura de España y América.19 [...]. Es el primer Shakespeare completo que existirá en español. Shakespeare es como Cervantes: eterno y siempre fresco.20
1916. El tricentenario de la muerte de Shakespeare y Cervantes


Precisamente aquel año se conmemoraba el tricentenario de la muerte de Shakespeare y Cervantes, evento que ofreció a Inglaterra y España la oportunidad de celebrar conjuntamente a los dos genios de la literatura universal. Lo consiguieron creando la Anglo Spanish Society, con el proposito de estrechar lazos diplomáticos a través de la cultura, y se fundó la Cátedra de Cervantes en el King’s College londinense, para fomentar la literatura española y el aprendizaje del español en Gran Bretaña.
Blasco Ibáñez deseaba colaborar también, y en diciembre indica a la editorial valenciana enviar su obra al profesor James Fitzmaurice-Kelly (1858 - 1923), el hispanista y cervantista escocés que ocupa la Cátedra Cervantes:
En Inglaterra han fundado una Universidad y una biblioteca para la difusión del español. Es deber nuestro el ayudarla. Envíe, pues, todas mis novelas y cuentos21.
La estrecha comunicación epistolar entre Blasco y la Editorial Prometeo se acompañaba de un continuo intercambio de paquetes con libros, manuscritos, pruebas tipográficas y todo tipo de material relacionado con los proyectos de la empresa. Los envíos se realizaban a través de Aguilar y Piera, una importante agencia considerada rápida y segura, pero por la guerra, los trámites aduaneros y la censura militar condicionaban el transporte y muchas veces generaban contratiempos.

Etiqueta de uno de los paquetes enviados desde Valencia

También la comercialización de la película resultaba entorpecida y lenta. Para negociar las ventas de su film en algunos países europeos y en Argentina, Blasco tenía un representante,  Mr. Buegg - viejo cinematografista y hombre comercial, que llevaba 10 años en el negocio cinematográfico-, para Centroamérica, México y Colombia contaba con algunos contactos en Barcelona, y en los Estados Unidos podía confiar en la colaboración de Onega. En cuanto a la exclusiva para España y Portugal, a pesar de las múltiples propuestas recibidas, mantenía su decisión de cederla a los hermanos Salvador de Valencia.

A la espera de que se firmen los primeros contratos, Blasco coordinaba la elaboración de todo el material gráfico necesario para la promoción de su película, creando una autentica estrategia de marketing.


Los carteles publicitarios fueron impresos a color por José Ortega de Valencia y reproducían los cinco diseños de Povo en distintos tamaños; Blasco decía que conviene hacerlos ahí para que no pierdan el color local.

Publicidad del año 1917 

Cartel Sange y Arena , 1916. Ilustrador: Francisco Povo
Con el objetivo de lograr una publicidad efectiva, prefiere seguir las pautas marcadas por las grandes productoras, líderes del cine europeo.
Desde París, les indicaba a sus socios de la editorial que los carteles no van en francés, sino en español, pues llevan el rótulo "Sangre y arena". Además los carteles no hay que enviarlos aquí, pues son para todo el mundo. Los carteles que se hacen en Francia y en Italia para los films franceses e italianos, también son para todo el mundo22.
La Editorial Prometeo se encargaba de gestionar la elaboración de los carteles en Valencia y los enviaba directamente a los todos los cinemas que compraban la cinta, según se lo indicaba la oficina de Prometeo-Film de París: por correo, en un paquete certificado, como una muestra comercial, igual que lo hacían Pathé y Gaumont22.

Apostado por una estrategia integral de promoción y difusión del  film, Blasco había incluido entre los elementos publicitarios impresos los folletos o cuaderno de propaganda, como él los llamaba. Meses antes del lanzamiento de la película, les había comunicado a los socios su proyecto de elaborar aquellos folletos para enviarlos a todos los cines importantes del mundo entero23. Eran un tipo de pressbook o guía comercial, que en aquella época representaban una novedosa forma de publicidad utilizada por las empresas productoras y distribuidoras para ofertar sus películas a potenciales compradores.




Publicidad de los años 20 
Blasco tenía la intención de hacer una edición en español, otra en francés y tal vez una en inglés, pero finalmente parece que la única versión realizada fue la francesa, correspondiente a «Arenes sanglantes».
Editada de manera exquisita, reúne la obra de varios profesionales españoles: el operador catalán Salvador Castelló, encargado de la fotografía de la película, el ilustrador valenciano Francisco Povo, autor de los carteles y Joaquin Cátala, el que realizó los fotograbados en su estudio de Valencia. Desde París, Blasco coordinaba por correo todo el proceso, guiado por su gran sensibilidad artística y la permanente preocupación por hacer algo bonito. Contando con una larga experiencia como editor apasionado por la fotografía y la ilustración en general, supervisaba la calidad y la estética del producto hasta el último detalle. Conocedor del poderoso efecto de la imagen había optado por un medio promocional atractivo, con una bonita cubierta y con muchos más grabados que texto, y el resultado fue aquel elegante folleto publicitario impreso por la Editorial Prometeo, que ofrecía un recorrido visual por las principales escenas de la película y presentaba a sus protagonistas.(Ver : ANEXO)

* * 
Había finalizado el 1916, un año muy complicado para Blasco, dedicado a una frenética actividad y a audaces proyectos, una época de esfuerzos y sacrificios, con muchas carencias y problemas personales, pero también con nuevas metas e ilusiones. Afortunadamente, poco después se demostraba que todo aquello daba comienzo a la etapa más exitosa de su trayectoria artística; la novela «Los cuatro jinetes de Apocalipsis», publicada en 1916, se convertía en el best seller del 1919 trayéndole al autor la gran fama internacional, y su temeraria incursión en el mundo del cine – primero prestando su nueva novela para ser adaptada a la pantalla y luego produciendo su propia película – le permitió participar con su obra en la historia del séptimo arte.
Como muchos otros escritores que habían optado por observar de cerca la Gran Guerra y poner sus plumas al servicio de la causa aliada, Blasco Ibáñez decide participar también, y desde su perspectiva francamente francófila, lo hace a través de una intensa actividad literaria, periodística y editorial, pero además acercándose al cine.

Marguerite Moreno (1871-1948) 
actriz francesa, amiga de V. Blasco Ibáñez, 
protagonista en «Debout les morts!»
Años más tarde, la actriz francesa Marguerite Moreno, recordaba aquella època:
…vi como amaba a nuestro país herido, con que devoción apasionada le servía, y que su corazón latía realmente a unísono con nuestros corazones atemorizados. Es en esta época, mientras compone su hermosa novela: Los cuatro jinetes del Apocalipsis, puse su paciencia a prueba. Vivía en un pequeño apartamento de la calle Rennequln, rodeado de libros cubriendo las paredes de las habitaciones, desde el suelo hasta el techo, y se los sabia todos. Escribía quince horas al día, pero encontraba tiempo para ver a los amigos y soñar sueños de gloria...24
Probablemente fue Marguerite Moreno quien le facilitó a Blasco su primer contacto con el mundo del cine francés, más preciso con la productora Gaumont. La amistad del novelista con la actriz francesa se había iniciado varios años antes, en Buenos Aires, y cuando se reencontraron en París, durante la guerra, continuaron su fraternal relación– según recordaba Marguerite. En la primavera de 1916, antes de publicar «Los cuatro jinetes de Apocalipsis», Blasco le facilitaba al guionista francés Henri Diamant-Berger el texto de la novela para su adaptación cinematográfica, con la idea de que, tal vez se encargue el gobierno francés de esparcirla por todo el mundo.  Aquel mismo año, el joven guionista, con los directores André Heuzé y  Léonce Perret de la productora Gaumont, realizaba la película «Debout les morts!», considerada la primera versión de la novela de Blasco y la primera película de Henri Diamant-Berger, el futuro gran cineasta francés. La actriz Marguerite Moreno, que también iniciaba su carera cinematográfica, fue una de las protagonista.
La ilusión de Blasco Ibáñez por lanzarse al cine venia de tiempo atrás pero en 1916, la confluencia de varias circunstancias favorables le ofrece la posibilidad de explorar el universo de aquel novedoso arte. Los lazos de afinidad y solidaridad establecidos entre los intelectuales de París y el contacto directo con los profesionales del cine francés le permitían poner en práctica sus primeros proyectos cinematográficos. En junio, cuando conoce a Max André, un joven cineasta de la Gaumont, Blasco decide iniciar su nueva aventura: suspende temporalmente la actividad literaria para convertirse en guionista, director y productor de cine.
Además, nutria la esperanza de que esto de la cinematografía es negocio seguro, una gran oportunidad para solucionar su precaria situación económica.

Vicente Blasco Ibáñez en 1914-1915
En aquella época, las ganancias generadas por la Editorial eran insuficientes para cubrir sus gastos personales en París y asegurar el bienestar de sus familiares de Valencia. Aunque Blasco y su esposa se habían separado de común acuerdo desde 1911, la hija estaba casada y dos de los hijos eran mayores, él seguía considerándose comprometido y responsable de la situación económica de sus parientes e intentaba por todos los medios proporcionarles un buen nivel de vida. En 1916, Mario, el hijo mayor enfermó y su terapia en Suiza resultó costosa, mientras que Julio, el siguiente hijo, embarazaba a la empleada doméstica y el asunto se debía solucionar con dinero, según los normas sociales de la época.
Todos los intentos de Blasco por encontrar un gran negocio rápido y seguro habían fracasado y los que tenía en marcha le exigían un permanente esfuerzo sin permitirle desvincularse de las preocupaciones financieras. Cuando les proponía a sus socio un proyecto nuevo, lo exponía como la mejor oportunidad para obtener grandes beneficios económicos y aunque confiaba en ello, probablemente necesitaba justificarlo así para poder tener la libertad de perseguir sus sueños.
Blasco buscaba la riqueza y el éxito a través de su trabajo y su talento. Según lo confesaba aveces en entrevistas o lo sugería en sus novelas, enriquecerse era una necesidad para el artista precisamente para poder dedicarse a su arte: 
El artista debe aspirar á enriquecerse. Cuanto más dinero posea, con más comodidad puede laborar, mayor cultura podrá adquirir, mayores facilidades hallará para buscar impresiones. [...]Eso de la bohemia que predican y celebran algunos, está bien, y casi diré que es necesario en los primeros años de la juventud, porque enseña á vivir. Mi época de bohemio me ha servido para hacer con más facilidad y acierto algunas de mis obras. Pero, luego, la otra bohemia del artista ha de ser muy cara si ha de ser beneficiosa para el artista y para el arte25.
... pero mientras tanto, debía seguir trabajando en su modesto apartamento de la calle Rennequin, pero lo hacia con nuevas ilusiones; entusiasmado por el éxito obtenido en la presentación de su película, Blasco confiaba en la magia del cine como medio de expresión y comunicación, y en las inmensas posibilidades que le ofrecía para emprender sus sueños.

(Continuará...)
ANEXO

A continuación se reproducen las imagenes del folleto publicitario de «Arenes sanglantes», la versión francesa de «Sangre y Arena». Impreso por la Editorial Prometeo de Valencia, contiene fotos de los autores y de los actores principales, escenas de la película y los cinco carteles publicitarios diseñados por Francisco Povo.
El autor de las fotografías probablemente es el operador Salvador Castelló, el encargado de la fotografía de la película
Un ejemplar del folleto se encuentra el la Biblioteca Nacional de Francia.





























Fuentes e ilustraciones: del archivo del autor. 

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Hablando de toros - en 1917

Tarde de toros en Valencia, Vicente Blasco Ibáñez en 1906

El 12 de mayo de 1917, se estrenaba en el Teatro de la Zarzuela de Madrid la película «Sangre y Arena», dirigida por Vicente Blasco Ibáñez y Max André; considerada la primera adaptación cinematográfica de la novela homónima de Blasco, tuvo mucho éxito internacional en aquella época. (Ver: El Cinematografista - parte 1)

V. Blasco Ibáñez en España, durante el rodaje de su película “Sangre y arena” en agosto del 1916
Ese mismo año, el periodista y narrador español Antonio de Hoyos y Vinent (1884 - 1940) escribía la novela «Los toreros de invierno»; el prólogo pertenece a V. Blasco Ibáñez. Es un magnifico texto donde el escritor valenciano expresa su visión personal sobre el peculiar mundo taurino resaltando la gran trascendencia social que tenía la tauromaquia de su época.
A continuación se reproduce un fragmento del respectivo prólogo escrito en París, en septiembre de 1917.


Porque hice «Sangre y Arena», el amigo Hoyos me pide un prólogo para «Los toreros de invierno». Ignora mi compañero de letras que yo, que escribí la novela del toreo, gusto muy poco de las corridas de toros y de las gentes que en ellas intervienen. No soy enemigo de la llamada fiesta nacional por considerarla sanguinaria. Otros pueblos buscan su recreo en diversiones más bárbaras y mortales. El animal humano necesita de vez en cuando despojarse de las vestiduras que le ha puesto encima la civilización. Quiere volver a sus orígenes dándose un baño de sangre y bestialidad, y es inútil oponerse a esta regresión atávica.
Si me gustan poco las corridas de toros es porque las encuentro aburridísimas, de una monotonía aplastante.
Cuando, de tarde en tarde, voy a la plaza para acompañar a un extranjero, celebro el espectáculo policromo y agitado del graderío, la teatral salida de la cuadrilla y los lances del primer toro. El segundo me divierte menos, el tercero me hace bostezar, y cuando sale el cuarto, saco un periódico o un libro que a prevención he traído en un bolsillo. Tengo la sospecha de que a la mitad del público le ocurre lo mismo. No hay más que ver la cara estúpida, el paso desalentado, la risa forzada de muchos espectadores cuando salen de la plaza.
La alegría de las corridas de toros es un prejuicio nacional. Nos enseñaron de pequeños que son muy divertidas, y lo repetimos como una verdad indiscutible, para que lo repitan luego nuestros hijos. Ningún español ha podido formarse un concepto propio y racional de esta fiesta. Muy pocos recuerdan cuándo vieron la primera corrida. Nos llevan a los toros muchas veces antes de saber hablar. Luego, la parodia de esta diversión constituye uno de nuestros juegos infantiles.
Total: que cuando empezamos a darnos cuenta de lo que nos rodea y a querer explicarnos sus causas y virtudes, el respeto al circo taurino y la fe en sus delicias, están ya anclados en nosotros, como algo anterior que escapa a todo razonamiento y toda crítica.
He pasado una parte considerable de mi vida asistiendo a corridas de toros y aburriéndome.

V. Blasco Ibáñez en la Plaza de toros de Valencia; probablemente en 1906.
Alguna vez (muy de tarde en tarde) la monótona fiesta se ha hecho trágica, y mi aburrimiento se ha trocado en cólera al ver la hipocresía del público. «¡Pobre muchacho!», gemían los espectadores a la salida, lamentando la mala suerte del esbelto gañán, vestido de seda y oro, que había rodado por la arena, llevándose al vientre las manos ensangrentadas para contener el escape de su bandullo.
Y los mismos que emitían estos lamentos de plañidera, gritaban horas antes contra la víctima, porque el instinto de la conservación le impulsaba a defenderse, dudando con lenguaje grosero de su integridad masculina, haciendo suposiciones injuriosas sobre la honradez de su desconocida madre.
En España— donde varias docenas de escandalosas mentiras forman la base del credo nacional —, algunos fabricantes de frases han llamado a la fiesta de los toros «la fiesta del valor» y «la escuela del valor».
¿El valor de quién...?

Yo no he visto nunca en el redondel más que un valiente: el toro.
Siento por este animal una gran admiración artística. Es la imagen elegante y majestuosa de la fuerza. Su aplomo y altivez recuerdan al patricio romano, conquistador del mundo. Otros animales son más esbeltos y vistosos, pero él tiene la gracia recogida y vigorosa de las bestias que casi ha suprimido el cuello, la parte más frágil de todo organismo. Su cabeza forma una masa con el cuerpo, como en el elefante, como en los peces veloces, como en todos los animales-arietes. Una injusticia de la opinión vulgar, repetida durante siglos, le proporciona la aureola simpática de los grandes calumniados. Las gentes, no viendo más que sus cuernos, le convierten en símbolo de los hombres pacientes y engañados. Y mientras tanto, él, en el silencio de las dehesas, se bate por amor, a cornada limpia, horas y horas, con fiera tenacidad, terminando su pelea únicamente cuando intervienen pastores y cabestros, o cuando muere.
Este es el único valiente que existe en el  redondel. Ataca derecho, como los héroes, y de engaño en engaño, la malicia humana le va arrancando las fuerzas, la sangre, los pedazos de cuero, hasta que, hecho un guiñapo, sudando escarlata, con el hocico en la arena y las piernas vacilantes, se atreve el hombre a acercarse por primera vez a su testuz, contoneando las caderas y echándolas de majo.
Después de este pobre héroe, impulsivo y engañado, existen varios semivalientes: los toreros.
Yo sólo creo a medias en el valor de los actores del redondel. Es un valor convencional, incompleto, frágil, producto de la afición, del hambre, del deseo de disfrutar las comodidades de la riqueza, del ansia de gloria que sienten los iletrados con más vehemencia que los cultos. La prueba de lo quebradizo e inconstante de este valor, es lo poco que dura. Cincuenta mil duros en el Banco, o simplemente el sabor de la primera cornada, convierten al antiguo suicida en un conejo pronto a la fuga. Además, por regla general, el héroe que desafía a los cuernos se siente menos inclinado a desafiar a los hombres. Su coraje necesita el redondel, el aplauso, las trampas y engaños del oficio.

Sangre y arena, novela de V. Blasco Ibáñez
publicada por F. Sempere y Co. 1908
Ilustración: Viscai
En este país de guerras y corridas de toros, no conozco un torero que haya sido célebre por sus hazañas bélicas. Convertido en soldado, estoy seguro de que no irá más allá del albañil, del mozo de campo o del oficinista, y aun tal vez se quede detrás de ellos, por la costumbre profesional «de hurtar el cuerpo...»
Detrás de estos medio valientes está el inmenso y cobarde público, el canalla de catorce mil cabezas que, en las horas de la tarde dedicadas a la digestión, celebra la agonía de la más noble de las bestias, pide a gritos nuevos caballos para contemplar sus chorizos colgantes, que expelen sangre obscura y boñigas sueltas, e insulta a los hombres que instintivamente huyen de la muerte, mientras paladea la villana y cruel voluptuosidad de contemplar el peligro desde un lugar seguro.
¡La escuela del valor...! «Ver los toros desde la barrera» es una frase corriente que significa astucia, inercia, egoísmo, explotación del esfuerzo ajeno, y que muchos admiran como un resumen de la sabiduría.
Tal vez nuestros mayores males y defectos provienen de esta fiesta de cobardía colectiva que se titula «escuela del valor», de que nos acostumbran de niños a ver los peligros ajenos desde un lugar seguro, dándonos además el derecho de criticar, con aire de héroes, lo que no osaríamos hacer nunca por puro miedo.
En la vida española todos quieren estar en las gradas, por ser lo más cómodo, lo menos peligroso, lo que permite el libre ejercicio de la maledicencia y de la crítica. Sólo los ilusos y los desesperados bajan al redondel. Cuando surge un conflicto internacional, la muchedumbre grita con entusiasmo: « ¡Viva la guerra...!» Pero que vayan los otros. Cuando se cansa de un régimen, se pregunta: « ¿Cuándo vendrá la revolución...?» Pero que la hagan los otros. Todos contemplan, esperan y juzgan desde la barrera; pocos bajan y se mueven.
En los juicios y simpatías nacionales vibra el mismo capricho inestable, la misma falta de fijeza y de lógica, que conmueven con ráfagas de locura al público del circo. El aplaudido de ayer es silbado hoy y será glorificado mañana, sin que sus actos sean diferentes; los entusiasmos se distribuyen con una equidad de mujer histérica; los peones de mala suerte dan todos sus esfuerzos sin llamar la atención; los embusteros graciosos arrancan con un falso gesto granizadas de aplausos y hacen contraerse a las masas con epiléptico entusiasmo: los hombres inspiran más fanatismo que los hechos; media plaza cambia insultos con la otra media, mirando cada cual a su héroe que está en el redondel y creyéndolo superior al de los otros, cuando todos ellos se entienden y profesan a sus adoradores un desprecio común; el más humilde mirón se cree capaz de hacer las cosas mejor que el que está abajo, pero no desciende al terreno, y sigue en su asiento seguro, para poder continuar dando consejos.
¡Oh, diversión taurina, imagen de un pueblo falto de tenacidad, amigo del quietismo, de las comodidades y de la crítica, que gusta de las emociones que proporciona la lidia de los toros..., pero toreándolos otros, y no quiere abandonar por un momento el seguro de la barrera...!

Vista interior de la Plaza de toros de Valencia, siglo XIX
Recuerdo la súbita revelación que tuve hace años de la pequeñez heroica de esta fiesta. Vino a visitarme en Madrid un profesor de una Universidad célebre de los Estados Unidos, y lo llevé, como es de rigor, a presenciar una corrida.
Este hombre de ciencia es a la vez un hombre de acción, un Roosevelt de la Cátedra, jinete, boxeador, aficionado a las cacerías peligrosas y a las exploraciones de países misteriosos. Presenció atento todos los incidentes de la corrida, frunciendo las cejas rubias sobre sus lentes de miope. De vez en cuando dejaba caer una palabra de aprobación: «;Muy bien...!» «¡Verdaderamente interesante...!» Pero se adivinaba que una idea nueva le roía el interior de la frente.
A la salida habló:
— Muy interesante la fiesta, pero algo monótona... ¿No sería mejor soltar los seis toros de una vez, para torearlos al mismo tiempo...? El espectáculo resultaría más corto, pero ¡qué emocionante! ¡Cómo podrían esos mozos lucir su valor...!
Admiró al «yanke» como un gran sabio. Había dado forma concreta a la vaga causa que me ha hecho aburrirme en las corridas desde que era niño. ¡Los seis toros de una vez...!
Cuando las corridas sean así, volveré a la plaza. Y asistiré todavía con más puntualidad si me garantizan que los seis toros saltarán la barrera, metiendo sus cuernos tendido arriba. Yo soy un mal alumno de la «escuela del valor», llevo años faltando a sus clases, y puedo huir sin vergüenza alguna. Pero me gustaría ver cómo los millares de estudiantes que asisten fervorosamente a cátedra todos los domingos han aprovechado las enseñanzas heroicas aprendidas en el duro asiento del graderío, rumiando cacahuets y llamando «hijos de pulga» a los catedráticos.


Vicente Blasco Ibáñez.  París, Septiembre 1917.

Vicente Blasco Ibáñez en 1921 - una tarde de toros en Valencia